Valençay, 20 de noviembre de 1813
Hoy he tenido una conversación con los príncipes aún más larga que ayer. Me han dado una calurosa bienvenida y hemos hablado de cosas triviales. Tan pronto como abordé el tema de las negociaciones, el príncipe Fernando adoptó un trato más solemne que el mantenido hasta ahora. Al invitarme a su mesa, me puso en frente de el, estando él sentado con su hermano a su derecha y su tío a la izquierda, con con ceremonial que no se había observado anteriormente. Luego me dijo con gran seriedad, y sopesando sus palabras, que había pensado lo que le había dicho y que no tenía miedo a manifestar su posición, porque venía de su reflexión y conciencia, que apreciaba las intenciones del Emperador, que era necesario responder a las autoridades que ejercen provisionalmente en España la Regencia en su nombre, y por último que no podía tomar una decisión sin el concurso de una comisión enviada por el gobierno que el pueblo español obedece. Ésto es más de lo que esperaba del príncipe, pero no daba una respuesta categórica a la cuarta frase de la carta del emperador y tampoco se deducía claramente su posición respecto a Francia. Fingí creer que anticipando el orden natural de los planes, entraría en el examen de los medios de ejecución, además de decir que se adhería a las razones que motivaron al Emperador. Recordé, entonces, frase por frase, las expresiones textuales de la carta de S. M., bajo el pretexto de ayudarles a comprender con éxito el texto, entrando a comentar lo que fuera necesario para que el príncipe pudiera entenderlo. Finalmente añadí que el objetivo del emperador no era otro que eliminar cualquier pretexto a la influencia inglesa y restaurar los lazos de amistad y buena vecindad que siempre habían existido entre la Francia y España. S.M. no podía ofrecer estas condiciones a un príncipe que se moviera por sentimientos diferentes. El príncipe miró a su hermano y su tío. Don Carlos le dijo que todo aquello era justo pero que se trataba de una respuesta condicionada a las circunstancias . Yo le respondí que sería posible que el Emperador entendiera ese punto de vista, pero que, en mi opinión personal, había que asegurar los elementos esenciales. El príncipe Fernando dijo que el profesaría al Emperador reconocimiento y amistad, que no era una cosa que pudiera ser juzgada a los ojos del interés de la monarquía española y del consejo privado de su soberano. El príncipe no salía de este círculo e hice esfuerzos para que penetrando en su corazón descubriera sus deseos. Él insistió en que no iba a arriesgarse, haciendo algo en lo que no se viera con claridad el resultado, que como la influencia inglesa en España era grande debía de mantenerse circunspecto, que estaba bajo la protección del emperador, que se encomendaba a lo que el destino quisiera hacer de él, que era muy consciente de su situación y que pasaría, si era necesario, el resto de su vida en Valençay. Se ha mostrado molesto cuando por dos o tres ocasiones le he intentado hacer hablar un poco más. Entonces, agradeciéndome muy educadamente que actuara en su favor, con un movimiento brusco me dijo que iba a preparar una respuesta y no iba a decir nada mas. Le pregunté si me remitiría la carta que se disponía a escribir al emperador. Me dijo que pensaba tenerla lista para mañana. Tenga presente V.E. que el príncipe ha manifestado que no va a actuar con la asistencia y presencia de una comisión del gobierno establecido [en España] en su nombre y que tampoco ve bien la opción de que él elija un consejo de españoles de entre los que se encuentran en Francia. Le insistí en ésta última opción, pero clamó con vehemencia que no tenía confianza en ninguno de ellos, sin excepción. Respondiendo a sus palabras, le dije que sería muy interesante saber con que gente se podía contar en España, ya fuera directa o indirectamente. Intenté de las mejores maneras que el príncipe recordara a alguien, pero parece que actúa de buena fe cuando dice que no mantiene relaciones con nadie y no sabría a quién designar. Tras escribir esta carta, La Forest vuelve a mantener una reunión con los príncipes, de la que también informa. Después de la conversación que tuve el honor de tener ayer con los príncipes, he hecho un esquema de mi plan para hoy.- Mi primer objetivo es eliminar la desconfianza que puede generar la propuesta del Emperador.
- Mi segundo objetivo es hacerles ver que, en el estado actual en el que se encuentra España, el interés de restablecer la paz con Francia no es menos urgente, ya que al al alcanzar la armonía se pondría fin al conflicto.
- Mi tercer objetivo es preparar una hipotética propuesta de consulta previa a las autoridades reales, ya que formará parte de los acontecimientos que van a suceder.
- Mi cuarto objetivo es hacer entender que el juicio emitido contra de todos los españoles residentes en Francia le parece muy severo al emperador y que no es acorde a los beneficios que tiene un buen consejo ni con las relaciones que se le suponían.
Le estoy agradecido de la bondad con la que V.E. se informa de mi salud. Exige de mi continuas gestiones. Me inclino con dificultad. Tengo aún el hombro izquierdo cargado y no puedo mover los dedos. Los médicos quieren que reanude las aguas, el año que viene. Mientras me han mandado orujo de uva.
Carta del príncipe Fernando a Napoleón:
Valençay, 21 de noviembre de 1813 Señor, El conde de La Forest me ha entregado la carta con la que V.M.I.R. [Vuestra Majestad Real e Imperial] me ha honrado, con fecha del día 12 de este mes y le estoy muy reconocido por el honor que V.M. me hace al querer tratar conmigo para alcanzar el objetivo que V.E. desea de poner fin a los sucesos de España. V.M.I dice en esa carta que la Inglaterra ha fomentado la anarquía, el jacobinismo y la ruina de la monarquía española y afirma que no puede permanecer indiferente ante la destrucción de una nación tan cercana a sus estados y con la que tiene tantos intereses marítimos comunes. Desea, por tanto, no darle ningún pretexto a la influencia inglesa para restablecer los lazos de amistad y de buena vecindad que desde tanto tiempo han mantenido las dos naciones. Sobre estos asuntos, Señor, te doy la misma respuesta que le he dado a V.M.I.R. por medio del señor conde Laforet; estoy bajo la protección de V.M.I. y le mantengo siempre el mismo amor y respeto del que a V.M.I he dado pruebas, pero no puedo hacer nada sin el consentimiento de la nación española y por lo tanto de la Junta. V.M.I R. me hizo venir a Valencay y, si usted quiere , Señor, me repondrá en el trono de España, ya que dispone de los medios que yo no tengo para tratar con la Junta. O bien, si su V.M.I. quiere tratar conmigo, como en Francia no tengo ninguna persona de confianza, necesito que vengan aquí, con aprobación de V.M.I., los diputados de la Junta, para informarme de los asuntos de España y así encontrar la manera más acertada para que lo que yo trate con V.M.I. pueda ser aceptado en España. Si las actuales circunstancias de la política de su imperio no permiten a V.M.I. acceder a estas demandas, permaneceré tranquilo y contento en Valençay, donde he pasado cinco años y medio, y donde continuaré el resto de mis días, si Dios quiere. Siento, Señor, hablarle en estos términos, pero mi conciencia me obliga a hacerlo. No tengo más interés por los ingleses que por los franceses y antepongo el interés y honor de mi nación. Espero que V.M.I.R. vea en ello una prueba más de mi sinceridad e ingenuidad y del amor y devoción que le tengo. Si yo le prometiese algo ahora, Señor, y después me viera obligado a hacer lo contrario ¿qué pensaría V.M. de mi? Diría que son un incostante y se reiría de mi y entonces perdería mi honor a los ojos de Europa entera. Sólo tengo halagos, Señor, para el conde de La Foret, quien ha puesto mucho celo y entusiasmo defendiendo sus intereses, por lo que tiene todo mi respeto. Mi hermano y mi tío me encargan ponerles a los pies de V.M.I. Le pido, Señor, que Dios le tenga en su guarda. Señor, el más humilde y obediente servidor de V.M.I.R. El príncipe Fernando.
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