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Etiqueta: 200 años después… el tratado de Valençay

El regreso de Fernando VII (IV) Las reticencias de Fernando

Valençay, 20 de noviembre de 1813

Hoy he tenido una conversación con los príncipes aún más larga que ayer. Me han dado una calurosa bienvenida y hemos hablado de cosas triviales. Tan pronto como abordé el tema de las negociaciones, el príncipe Fernando adoptó un trato más solemne que el mantenido hasta ahora. Al invitarme a su mesa, me puso en frente de el, estando él sentado con su hermano a su derecha y su tío a la izquierda, con con ceremonial que no se había observado anteriormente. Luego me dijo con gran seriedad, y sopesando sus palabras, que había pensado lo que le había dicho y que no tenía miedo a manifestar su posición, porque venía de su reflexión y conciencia, que apreciaba las intenciones del Emperador, que era necesario responder a las autoridades que ejercen provisionalmente en España la Regencia en su nombre, y por último que no podía tomar una decisión sin el concurso de una comisión enviada por el gobierno que el pueblo español obedece.
Ésto es más de lo que esperaba del príncipe, pero no daba una respuesta categórica a la cuarta frase de la carta del emperador y tampoco se deducía claramente su posición respecto a Francia. Fingí creer que anticipando el orden natural de los planes, entraría en el examen de los medios de ejecución, además de decir que se adhería a las razones que motivaron al Emperador. Recordé, entonces, frase por frase, las expresiones textuales de la carta de S. M., bajo el pretexto de ayudarles a comprender con éxito el texto, entrando a comentar lo que fuera necesario para que el príncipe pudiera entenderlo. Finalmente añadí que el objetivo del emperador no era otro que eliminar cualquier pretexto a la influencia inglesa y restaurar los lazos de amistad y buena vecindad que siempre habían existido entre la Francia y España. S.M. no podía ofrecer estas condiciones a un príncipe que se moviera por sentimientos diferentes. El príncipe miró a su hermano y su tío. Don Carlos le dijo que todo aquello era justo pero que se trataba de una respuesta condicionada a las circunstancias . Yo le respondí que sería posible que el Emperador entendiera ese punto de vista, pero que, en mi opinión personal, había que asegurar los elementos esenciales. El príncipe Fernando dijo que el profesaría al Emperador reconocimiento y amistad, que no era una cosa que pudiera ser juzgada a los ojos del interés de la monarquía española y del consejo privado de su soberano.
El príncipe no salía de este círculo e hice esfuerzos para que penetrando en su corazón descubriera sus deseos. Él insistió en que no iba a arriesgarse, haciendo algo en lo que no se viera con claridad el resultado, que como la influencia inglesa en España era grande debía de mantenerse circunspecto, que estaba bajo la protección del emperador, que se encomendaba a lo que el destino quisiera hacer de él, que era muy consciente de su situación y que pasaría, si era necesario, el resto de su vida en Valençay.
Se ha mostrado molesto cuando por dos o tres ocasiones le he intentado hacer hablar un poco más. Entonces, agradeciéndome muy educadamente que actuara en su favor, con un movimiento brusco me dijo que iba a preparar una respuesta y no iba a decir nada mas.
Le pregunté si me remitiría la carta que se disponía a escribir al emperador. Me dijo que pensaba tenerla lista para mañana.
Tenga presente V.E. que el príncipe ha manifestado que no va a actuar con la asistencia y presencia de una comisión del gobierno establecido [en España] en su nombre y que tampoco ve bien la opción de que él elija un consejo de españoles de entre los que se encuentran en Francia. Le insistí en ésta última opción, pero clamó con vehemencia que no tenía confianza en ninguno de ellos, sin excepción. Respondiendo a sus palabras, le dije que sería muy interesante saber con que gente se podía contar en España, ya fuera directa o indirectamente. Intenté de las mejores maneras que el príncipe recordara a alguien, pero parece que actúa de buena fe cuando dice que no mantiene relaciones con nadie y no sabría a quién designar.
Tras escribir esta carta, La Forest vuelve a mantener una reunión con los príncipes, de la que también informa.
Después de la conversación que tuve el honor de tener ayer con los príncipes, he hecho un esquema de mi plan para hoy.
  1. Mi primer objetivo es eliminar la desconfianza que puede generar la propuesta del Emperador.
  2. Mi segundo objetivo es hacerles ver que, en el estado actual en el que se encuentra España, el interés de restablecer la paz con Francia no es menos urgente, ya que al al alcanzar la armonía se pondría fin al conflicto.
  3. Mi tercer objetivo es preparar una hipotética propuesta de consulta previa a las autoridades reales, ya que formará parte de los acontecimientos que van a suceder.
  4. Mi cuarto objetivo es hacer entender que el juicio emitido contra de todos los españoles residentes en Francia le parece muy severo al emperador y que no es acorde a los beneficios que tiene un buen consejo ni con las relaciones que se le suponían.
Estos puntos me parece que están implícitos en mis instrucciones.
Ya estaba en el castillo, junto al salón de los príncipes, quienes ya estaban listos para recibirme, cuando recibí el correo V.E. de 19 de este mes. Ya no podía esperar. Una mirada fue suficiente para convencerme de que no sólo estaba en el buen camino, sino que podía recorrer otro trecho y entré.
Los encontré incluso mejor que ayer. El príncipe Fernando, llevaba en la mano la carta cerrada adjunta, que me pidió que fuera enviada lo más rápido posible al emperador. Me dijo que esperaba que S. M. la recibiera con benevolencia ya que era fruto de la sinceridad de su corazón.
Observé con una sonrisa que S. A. R. plasmó menos dudas que las que me había transmitido sobre sus sentimientos hacia Francia. Se tomó la molestia de justificarse inmediatamente, confesando que a él también le había aparecido que había hablado secamente sobre este aspecto y que en el supuesto de que la S.M. no pedía nada a España y tampoco actuaba contra el interés de ésta monarquía, no había ninguna razón por la que llevara al trono, si su destino estaba allí arriba, sentimientos contrarios a Francia. Dijo que la religión, de acuerdo con la política, le obligaba a olvidar lo que había sido para él un ataque a sus derechos de nacimiento. Continuamos la conversación sobre este capítulo, y concluyó que si hubiera estado en el lugar del Emperador, habría hecho, por razones de Estado, lo mismo que él.
Entré suavemente en todos los puntos que quería tratar. No creo que haya omitido nada interesante y me enorgullecería tal éxito si los príncipes estuvieran menos a la defensiva y obstinados y más ilustrativos y desenvueltos.
Al príncipe Fernando se le escapó una ingenuidad. El estaría menos en guardia, me dice, contra mis palabras, si me conociera desde hace tiempo, y me citó a este respecto dos o tres pasajes de la Escritura. Alabé al príncipe por el celo que ponía en no creer todavía por el celo que yo le daba en favorecerle, pero le hice ver que el Emperador no hacía jamás nada a medias y que quería que se presentara a la nación española como un liberador que ponía término a los sufrimientos y restablecía la monarquía sobre la honorable base de su existencia anterior. Expliqué que el medio de llegar a ello no consistía en llamar, en primera lugar, a un comisión de las autoridades a las que España obedece, sino en comprometerse en todo lo que pueda ser mejor para España por parte de Francia para gozar del beneficio de una paz honrosa y de transmitir a  continuación los resultados ventajosos a las autoridades nacionales, en su soberanía tanto de ser obedecido cuanto que se hace un bien. A estas propuestas el Príncipe no ha dicho ni si ni no. No abandona facilmente una opinión cuando le ronda la cabeza.
Sospechaba que había exagerado su alejamiento de todos los españoles que están en Francia y ahora lo sospecho más. Sin embargo, he llegado a compadecer al Sr. Escoíquiz de que estuviera excluído. El Príncipe rápidamente rechazó su nombre. Me abstuve de proponer al duque de San Carlos en esta sesión de honor. Me gustaría dejar al duque hacer su paz y ayudarle. Dejé a los príncipes diciéndoles que había recibido un envío y pidiéndoles permiso, fui a leerlos. Acabo de leer, en efecto, la carta de V. E. y en verdad, sería recomendable proceder de manera más rápida con los Príncipes. Temo mucho la dilación con los de abajo, que observan una instancia como una trampa.
Creí necesario devolver inmediatamente el correo con la carta del Príncipe y los detalles. He comprobado que la estafeta de Bayona no pasa por Blois, como V.E. pensaba, pero el puesto sale todas las noches. Me resultaría muy útil si el señor comandante de Valencay, cuando sube la maquina para dejar salir y entrar a las personas y la mercancía, diera vía libre al envío de mis despachos en Blois, donde al momento se ponen la estafeta, sin dejar rastro del lugar del que vienen. Sería interesante tanto para evitar encontronazos casuales y ser reconocido, como para obtenerme un más libre acceso al Príncipe, que se encuentra en el castillo.
Le estoy agradecido de la bondad con la que V.E. se informa de mi salud. Exige de mi continuas gestiones. Me inclino con dificultad. Tengo aún el hombro izquierdo cargado y no puedo mover los dedos. Los médicos quieren que reanude las aguas, el año que viene. Mientras me han mandado orujo de uva.
 

Carta del príncipe Fernando a Napoleón:

Valençay, 21 de noviembre de 1813
Señor,
El conde de La Forest me ha entregado la carta con la que V.M.I.R. [Vuestra Majestad Real e Imperial] me ha honrado, con fecha del día 12 de este mes y le estoy muy reconocido por el honor que V.M. me hace al querer tratar conmigo para alcanzar el objetivo que V.E. desea de poner fin a los sucesos de España.
V.M.I dice en esa carta que la Inglaterra ha fomentado la anarquía, el jacobinismo y la ruina de la monarquía española y afirma que no puede permanecer indiferente ante la destrucción de una nación tan cercana a sus estados y con la que tiene tantos intereses marítimos comunes. Desea, por tanto, no darle ningún pretexto a la influencia inglesa para restablecer los lazos de amistad y de buena vecindad que desde tanto tiempo han mantenido las dos naciones.
Sobre estos asuntos, Señor, te doy la misma respuesta que le he dado a V.M.I.R. por medio del señor conde Laforet; estoy bajo la protección de V.M.I. y le mantengo siempre el mismo amor y respeto del que a V.M.I he dado pruebas, pero no puedo hacer nada sin el consentimiento de la nación española y por lo tanto de la Junta.
V.M.I R. me hizo venir a Valencay y, si usted quiere , Señor, me repondrá en el trono de España, ya que dispone de los medios que yo no tengo para tratar con la Junta. O bien, si su V.M.I. quiere tratar conmigo, como en Francia no tengo ninguna persona de confianza, necesito que vengan aquí, con aprobación de V.M.I., los diputados de la Junta, para informarme de los asuntos de España y así encontrar la manera más acertada para que lo que yo trate con V.M.I. pueda ser aceptado en España. Si las actuales circunstancias de la política de su imperio no permiten a V.M.I. acceder a estas demandas, permaneceré tranquilo y contento en Valençay, donde he pasado cinco años y medio, y donde continuaré el resto de mis días, si Dios quiere.
Siento, Señor, hablarle en estos términos, pero mi conciencia me obliga a hacerlo. No tengo más interés por los ingleses que por los franceses y antepongo el interés y honor de mi nación. Espero que V.M.I.R. vea en ello una prueba más de mi sinceridad e ingenuidad y del amor y devoción que le tengo. Si yo le prometiese algo ahora, Señor, y después me viera obligado a hacer lo contrario ¿qué pensaría V.M. de mi? Diría que son un incostante y se reiría de mi y entonces perdería mi honor a los ojos de Europa entera.
Sólo tengo halagos, Señor, para el conde de La Foret, quien ha puesto mucho celo y entusiasmo defendiendo sus intereses, por lo que tiene todo mi respeto.
Mi hermano y mi tío me encargan ponerles a los pies de V.M.I. Le pido, Señor, que Dios le tenga en su guarda.
Señor, el más humilde y obediente servidor de V.M.I.R.
El príncipe Fernando.

 

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El regreso de Fernando VII (III). La Forest llega a Valençay.

La Forest informa a Bassano de su primera entrevista con los príncipes.

Valençay, 19 de noviembre 1813

Acabo de tener una reunión de una hora con los Príncipes. Por el momento la negociación no ha avanzado, pero me he formado algunas ideas útiles para mañana.

Los tres me han recibido con muestras evidentes de satisfacción. Me han preguntado mucho acerca de la salud del Emperador, con verdaderas muestras de interés y veneración. Sin embargo, cuando pasamos a hablar del asunto en cuestión y le pedí al príncipe Fernando que me transmitiera sus intenciones para así informarle a mi augusto Soberano, me sorprendió un poco al responder «que dado que en su posición él no podía decidir nada por sí mismo, debía conocer con más detalle la intención del emperador para así reflexionar sobre ello». Le hice la observación a S. A. R. que si se fijaba bien en las cuatro primeras frases de la carta del Emperador, allí encontraría debidamente motivadas y con claridad sus intenciones así como que estaba decididamente de su lado y luego, en las reuniones que establezcamos procederé a ilustrarle sobre cómo ejecutarlo todo. Entonces el príncipe Fernando se explicó con más detalle.

Puntualizó que no tiene ningún facultad de disponer de la voluntad del pueblo español y le interesaba saber si las intenciones del Emperador no implican contradicción con la voluntad nacional. Añadió que no conocía absolutamente nada de los acontecimientos de España después de mucho tiempo en el que sólo leía los periódicos franceses que le han servido.

Me di cuenta de la necesidad de remarcar al príncipe dos asuntos con el objeto de avanzar en la negociación. Le comenté la cuarta frase en la carta del Emperador, en la que muestra el deseo de restaurar con S. M. los lazos de amistad y de buena vecindad entre los pueblos de Francia y España y él mismo entendió que se debian de entablar canales para la reconciliación.

Le dije todo lo que le podía contar y todo lo que se podía entender de la posición de España, ya que la influencia británica no estaba muy clara. Hice un resumen sobre la conducta que el gabinete británico había tenido durante años con el objetivo de dividir a Francia y España, arruinar su marina, perder sus colonias y debilitar su poder marítimo. No era difícil percatarse de la mano negra de Inglaterra en todo lo que sucedió en España desde 1792 y durante la revolución de Aranjuez de marzo de 1808 . Aún más clara era su oposición a cualquier pacto de familia entre la Francia y España, por lo que el Emperador no había hecho nada hasta el momento para eliminar cualquier pretexto a la influencia inglesa.

Los Príncipes, y especialmente el Infante don Carlos, están contentos con el desarrollo de la negociación. Éste último apoyó con especial satisfacción las propuestas que tendían a vencer los temores del príncipe Fernando, su hermano, confiando en la providencia. Sin embargo, los tres creyeron que era necesario recibir consejo antes de tomar una decisión.

Sentí la necesidad de ir un poco más allá, y les pedí a los príncipes que, conocidas sus intenciones y, entendiendo que se ajustaban a las de mi augusto Soberano, mi primera solicitud sería conocer el nombre de los españoles que, residiendo en Francia, podían darles consejo. Hice hincapié en la urgencia del asunto y la importancia de guardar el mayor secreto. En el tono más afectuoso les dije que mi larga experiencia me hacía temer que no se encontrase en las proximidades de SS. AA. RR. [sus altezas reales] las personas más interesadas ​​en prolongar su estancia en Valençay . Esta última insinuación les pareció probable y los príncipes bajaron los ojos.

La curiosidad les domina; no están lo suficientemente capacitados para defenderse por sí mismos: ya han admitido que habían recibido una carta del Emperador, aunque han ocultado hasta entonces el verdadero nombre del mensajero. Anoche y esta mañana estuvo el sacerdote de Valençay, al que enriquecen, quien les confiesa y consultan. Sospecho que otras personas de su Casa hablan de política cuando hablan con ellos. Sospecho que el médico, el mayordomo y otros no disfrutan con mi presencia en el castillo. Me llevaron a una posada en el que podría ser descubierto fácilmente con tanta ida y venida a la residencia de los príncipes.

Supongo, pues, que vuestra excelencia aprobará la sugerencia de nombrar con urgencia a consejeros de entre las personas dignas de ello y que no tengan interés en dar malos consejos.

 

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El regreso de Fernando VII (II). La Forest acepta la misión.

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Una vez recibida la carta de Bassano, el conde de La Forest le responde aceptando la misión e informándole de su marcha hacia Valençay.

Freschines , 15 de noviembre I8I3
Señor,
Recibí anoche la carta que su excelencia me hizo el honor de escribir antes de ayer, con todos los documentos que se indican. Profundamente agradecido por los testimonios de confianza con los que S.M. me honra, tomo las diligencias debidas para partir a mi destino. Tomo las medidas necesarias para no llamar la atención y mantener un perfecto incógnito. Le envío con urgencia al prefecto de Indre, bajo el nombre de Del Bosche, y a través de un intermediario, un paquete que contiene la carta que me debe de preceder. Lamento que mi estado no me permita usar la pluma, pero respondo ante vuestra excelencia de la discreción del secretario que voy a utilizar: el caballero Pardessus, notario imperial en Blois, caballero de la orden de la Reunión es, después de una madura reflexión, la persona que me ofrece mayor garantía para la correspondencia secreta entre Del Bosche y V. Excelencia. Por favor, diríjale a él sus cartas, que me las pasará urgentemente así como le enviará a su excelencia  vía Blois con la mayor urgencia.

 

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El regreso de Fernando VII (I). La Forest recibe las instrucciones de su misión.

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Las derrotas militares que Napoleón sufrió a finales de 1813 en el norte de Europa, debilitaron su poder militar y serían el causa de su derrota definitiva. En el sur los acontecimientos tampoco se presentaban favorables, con la península ibérica en rebelión desde su ocupación en 1808 y el avance inglés sobre la misma al mando de Wellington.

En un intento por salvar su comprometida situación, Napoleón diseñará un plan a la desesperada: neutralizar el frente del sur, mediante la restitución de Fernando VII -que se encontraba preso desde el inicio de la guerra en el castillo de Valençay– a cambio de un pacto de no agresión y una vez firmado este acuerdo, trasladar sus efectivos desde la península al frente norte para así poder disponer de una fuerza militar capaz de responder a la coalición.

París, 13 de noviembre de 1813
El duque de Bassano, [ministro de asuntos exteriores de Napoleón] al conde de La Forest, Freschines, Blois.
Tengo el honor de enviar a vuestra excelencia las instrucciones que le permitirán conocer la naturaleza de la misión que el emperador le confía. Ésta requiere que se realice con la mayor celeridad que su salud le permita. Encontrará junto a las instrucciones:
  • Una carta de S.M. al príncipe Fernando, firmada por él y una copia de la misma.
  • Un pasaporte que necesitará para llegar a su destino, a nombre del Sr. Del Bosque
  • Dos cartas del ministro de la policía: una para el comandante de Valençay y otra para el prefecto de Indre. Junto a ella hay una carta del ministro de policía en la que comunica al comandante de Valençay los motivos de la doble expedición. Para asegurar el mayor incógnito —que deberá de cuidar en todo momento—, evitará ir por el camino de Chateauroux y tomará, bajo el nombre de Del Bosque, un transporte urgente a Valençay. El prefecto de Indre estará informado mediante una carta de su llegada.
Su Majestad desea que escriba a menudo y piensa que a tal fin puede servirse de la estafeta de Bayona, que pasa a Tours y a Blois. Le agradecería que me informara sobre cómo enviarle las cartas a Blois.
Sabiendo que, como consecuencia de su enfermedad, tiene dificultades con las manos para escribir, creo que hará bien en hacerse acompañar por un secretario, que añadiremos en su pasaporte. Véalo como una facilidad para desempeñar su trabajo.
Acepte…
[Bassano]

En la relación de documentos que el ministro Bassano le envía a La Forest, aparece en primer lugar una carta de Napoleón dirigida al príncipe Fernando [VII]:

Primo mío,
Las circunstancias actuales de mi Imperio me hacen desear acabar de una vez con los asuntos de España.
La Inglaterra fomenta la anarquía, el jacobinismo y el aniquilamiento de la monarquía y de la nobleza para establecer una República. No me puede dejar de afectar la destrucción de una nación tan vecina a mis Estados y con la que tengo tantos intereses marítimos comunes. Deseo quitar todo pretexto a la influencia inglesa y restablecer los lazos de amistad y buena vecindad que durante tanto tiempo han existido entre las dos naciones.
Envío a V.A.R. [Vuestra Alteza Real] bajo nombre falso, al conde de La Forest, que le confirmará cuanto le digo. Deseo que V.A. se persuadan de los sentimientos de estima y aprecio que les tengo. Esta carta no tiene otro fin.
Le pido a Dios, primo mío, que te tenga en su santa guardia.
Vuestro buen primo,
Napoleón
Saint-Cloud, 12 de noviembre de 1813
 

Leamos finalmente, las instrucciones que Bassano, cumpliendo las órdenes de Napoleón, le envía a La Forest:

París, 13 de noviembre de 1813
Su Majestad juzga conveniente acabar con los asuntos de España. A tal efecto ha dispuesto poner en el trono de España al príncipe Fernando, en nombre del que, todavía hoy, es gobernada la península y se hace la guerra.
El primer paso para la ejecución de este proyecto es conocer la disposición favorable o no del príncipe Fernando y de sus hermanos los príncipes. Parece difícil de creer que desde el momento en que los acontecimientos en España han desembocado en la crisis actual, los partidarios de Príncipes no les hayan tratado de enviar noticias y no hayan intentado algunas medidas, ya sea directa o indirectamente, con el fin de cambiar su destino. Es importante estar seguros de este segundo punto, ya que despejado el primero, es decir, si los Príncipes se muestran favorables a las intenciones de Su Majestad, los intentos que se hagan, tendrían el campo abierto para la realización de este importante asunto.
Conseguidos estos objetivos preliminares, los príncipes necesitarán de un Consejo al que le puedan preguntar y, dado el caso, que les pueda orientar. Por tanto, debemos determinar con ellos, de entre los españoles que se encuentran en Francia, cuál es merecedor de su confianza. Su Majestad ha ordenado que el duque de San Carlos se traslade a París de incógnito. También querrán al canónigo Escoiquiz y cualquier otra persona de la que quieran tomar consejo se enviará a Valengay.
En resumen, la misión tiene tres objetos:
  • Asegurarse de la predisposición de los príncipes
  • Saber, en el supuesto probable de que estén de acuerdo con Su Majestad, las personas que necesitan para que les den consejo.
  • Conocer si han recibido información, ya sea directa o indirectamente, de la península.
Su Majestad confía en el señor conde de la Forest para esta importante misión.
El señor conde de La Forest, inmediatamente después de la recepción de estas instrucciones, partirá desde su residencia actual a Valençay, en secreto, bajo el más estricto incógnito, con un sirviente de confianza, en un coche lo más sencillo posible, ocultando el propósito de su viaje y evitando cualquier acto que pueda llamar la atención. Se presentará bajo nombre español y con la carta adjunta al comandante de Valençay, que no debe reconocerle. Finalmente le entregará al príncipe Fernando la carta de Su Majestad junto a la copia que se acompaña.
El señor conde de La Forest trasladará a los príncipes la necesidad del secreto más estricto que requiere un asunto de tal importancia. El éxito de la negociación depende esencialmente de la participación de los príncipes y del cierre de la misma con las autoridades españolas, sin que llegue a conocimiento de Inglaterra, pues no hay duda de que ésta emplearía todos los medios para hacer que falle.
El conde de La Forest informará del progreso de su misión y esperará en Valençay las instrucciones se le den como respuesta a sus informes. Se le ruega que tome las medidas necesarias para la seguridad y la urgencia de su correspondencia. Podría enviar cartas a Tours o cualquier otro punto de la ruta de París a Burdeos para ser entregado a la estafeta que pasa todos los días de Bayona.

El texto que sigue fue escrito en el margen a mano por el duque de Bassano.

Su Majestad, para dar testimonio al conde de La Forest de la confianza que le tiene, autoriza a informarle brevemente de las condiciones del tratado según espera que se acabe:
  1. La paz se restablecerá entre ambas naciones.
  2. S.M. reconocería al príncipe Fernando rey de España siguiendo el orden hereditario de la monarquía española.
  3. Garantizaría la integridad del territorio.
  4. Se liberarían las provincias y plazas ocupadas por el ejército francés, tan pronto como el inglés hubiera evacuado España .
  5. Se estipularía sobre los intereses de los franceses que han residido en España y los españoles que han residido en Francia éstos últimos seis años .
  6. Una vez ratificado el tratado por la Regencia, el príncipe Fernando y sus hermanos (sic) regresarán a España .
El conde de La Forest no hará uso de esta información sobre las condiciones que deben de ser estipuladas. Su primer paso no debe ser otro que seguir las instrucciones que se le han marcado, a saber: conocer la predisposición de los príncipes, qué información pueden tener sobre la situación en España y qué personas podrían asesorarles y darles consejo. Cumplido este objetivo, el señor La Forest procederá a informar y esperará instrucciones.
 

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